Mis pensamientos...

Monday, January 30, 2006

Pequeñas cosas

Observar asombrada la precisión con la que el conductor del 23, cada día puede que uno diferente (nunca te quedas con las caras), toma la curva que avanza hacia Fnac, dejando atrás el Mercado Central. Sumergir tu mano en un puñado de arroz virgen. Despertar por la mañana y colocarte la ropa recién cogida del radiador. Toparte con esa figurita en un Huevo Kinder que te faltaba para completar la colección. Romper con ansia el envoltorio de un regalo. Mirar la tele y reirte solo por estar viendo Aquí Hay Tomate. Comerte el relleno de las croquetas caseras antes de que tu madre les de forma. Quedarte dormido de tanta necesidad que ni siquiera escuchas a tu alrededor. Leer El Jueves. Echar un vistazo a tu habitación y recordar lo mucho que te gusta. Pasar la mano por tu pelo recién salido de la peluquería. Dar un paseo de noche cuando no hace nada paró de llover. Escoger el camino más largo solamente para pasar por el puesto de castañas, que huele a gloria. Observar el hielo en la hierba y los árboles en pleno invierno, y hablar muy próximo a un ventilador para que tus palabras suenen quebradas en pleno verano. Taparte con una toalla al salir de la piscina. Charlar con un amigo tumbados en el sofá durante el tiempo que habías pensado destinar a la siesta. Despertarte creyendo que es la hora, y descubrir que todavía te queda un buen rato en la cama. Contemplar dos gatos diminutos correteando por el jardín. Asomarse a la ventana a tomar aire fresco y mirar a la gente que pasa. Echar la revancha a un futbolín. Jugar una partida a ping-pong con tu padre. Tumbarte sobre la hierba. Observar cómo chocan con tus rodillas las olas que van y vienen del mar. Lanzarle una bola de nieve a quien sabes que te la va a devolver. Escuchar tu canción, en cada momento una diferente (siempre te costará elegir), siete veces seguidas y corroborar que siguen tus pelos de punta. Descubrir que tu grupo favorito viene a tocar a tu ciudad. Comer piñones sin acordarte de lo caros que son. Salir a comprar algo que necesitas y acabar en casa con un juego de cocinitas para cinco años y dos barbies (sin edad predeterminada). Sentir esa sana envidia que te da el balcón de tu vecina, plagado de flores de todos los colores. Reflejar la luz de la bombilla en un cristal para perder la vista por unos segundos. Comprar un regalo que querrías para ti, pero resuelves que lo prefieres para tu amiga. Mandar un mensaje con el móvil contando aquello que tantas ganas tenías de contar. Levantarte con ganas de recoger tu cuarto, y recordar al final del día lo que te gusta verlo ordenado. Disfrutar con Juanrra y cia de un buen Caiga Quien Caiga. Ver a tu madre sentarse de mañana en tu cama para contarte cosas hasta que ya no se te cierren los ojos. Tener una buena charla con tu hermana sobre política y ver con satisfacción que apoya todos tus argumentos. Ver por la calle un bebé, y que éste te mire y te sonría…

¿Vale o no la pena? Las cosas pequeñas, por sí solas o en conjunto, también pueden hacernos felices. Quizás si dejáramos de esperar que nos pasen cosas grandes, podríamos dirigir nuestra mirada hacia ellas. Tan simple como eso. Piensa en qué cosas te hacen a ti feliz y luego me las cuentas, ¿vale?

1 Comments:

Blogger Dioxateo said...

¿De verdad te comes antes el relleno de las croquetas? Eres monstruosa... ;)

2:17 PM

 

Post a Comment

<< Home