Llueve II (por otros cauces)
Es curioso como una chispa puede provocar un incendio. Luego recuerdas esos árboles altos y verdes que ahora ves reducidos a cenizas pisoteadas por el desvarío y la brutalidad de las palabras o las formas de expresión. Nunca he sabido si todo tiene un principio y un final, varios de cada uno de ellos o diversas conmutaciones de las distintas posibilidades. A mí nunca me han gustado los finales cuando se habla de amistad. Quizás hay que supeditar ciertos impulsos puntuales en beneficio de una estabilidad más fructífera para ambas partes. Es probable que puedan existir varios comienzos acometidos desde maneras distintas de ver una situación. Así, también amanece necesario un periodo de tiempo para la adaptación de mentalidades y la renovación de ánimos. Tiempo para reflexionar la importancia de la nueva etapa, para ver los fallos de la anterior e intentar evitarlos. Nunca he sabido discutir, y menos aún estar discutida. Aceptar nuestros errores nunca ha sido tarea fácil. Es mucho más factible analizar los del contrincante y hacerlos responsables, por mucho que los sepas en tu haber. Tampoco fui nunca buena en repartir culpabilidades, y menos cuando sendas posiciones se hayan probablemente confundidas y a su vez aunadas por un mismo sentimiento: compartir anécdotas, cervezas, inquietudes, platos de comida o simplemente segundos de tu tiempo. Quizás esperar sea la única solución para que todo vuelva a su cauce, a una dirección que ahora estoy segura nunca debió abandonar.
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