No return
"En ocasiones, cuando más ajeno estás a todo, cuando menos esperas que ocurra algo que altere tu vida, el destino decide jugarte una mala pasada y te golpea en la cara con guante de hierro. Entonces miras a tu alrededor, desconcertado, y te preguntas por dónde vino el golpe y qué ha pasado exáctamente para que el suelo se esté hundiendo bajo tus pies. Darías lo que fuera por borrar lo que ha sucedido, añoras tu normalidad, tus viejas costumbres, quisieras que todo volviera a ser como antes... Pero ese antes es otra vida, una vida a la que, incomprensiblemente, ya no puedes regresar."
Matilde Asensi El Origen Perdido
Sigo exáctamente igual que la última vez que, una vez más, escribí aquí mis pensamientos, no sé si para deshacerme de ellos o para intentar entenderlos o verlos más claros. La sensación de seguir sin saber lo que ha pasado no me abandona. Suelo utilizar una comparación un poco estúpida pero que la gente entiende fácilmente. Cuando pienso en lo que ha pasado, mi cabeza se siente como cuando te dicen una cantidad de dinero tal que tu mente no llega a abarcar, y consciente de su ineptitud te pregunta "¿cómo dices?", y se queda ahí, sin encontrar esa imagen mental que se supone ha de formar para que tú la veas y la reconozcas. Así es como me siento yo. Cada vez que alguien dice que mi padre ha muerto mi cabeza me pregunta "¿cómo dices? ¿que ha pasado qué?", y se queda ahí, no avanza. Era la última respuesta que espera de mí llegado este punto, pero sigo sin poder hacer nada por salir de aquí. Lo único que siento cuando consigo desahogarme soltando unas lágrimas es que me han amputado una parte de mi cuerpo, una fundamental sin la que irremediablemente no puedo volver a llevar una vida normal.
El domingo pasado volvía del Sonorama con mi hermana comentando lo de puta madre que había estado, le decía lo increíble que me resultaba que diez personas de distintas ciudades y distintos entornos, muchas de las cuales a priori no se conocían, pudieran llevarse tan bien y disfrutar tanto unas de otras. Fue una experiencia enriquecedora la verdad, pues aun conociendo mi carácter hablador y "dicharachero" me asustaba un poco la idea de tener que pasar tres días pegada a gente que no conocía. Fue extraño y reconfortante a partes iguales comprobar que puedo estar muy a gusto en un entorno que no es el mío habitualmente, con personas que no conocía y a las que por cierto de repente cogí cariño. No me molesta reconocer que los añoraba cuando los dejé en el parking de Grancasa. Como decía, volvía a casa hablando de esto con mi hermana y tenía la gratificante sensación de esperar con ansias el momento de contar cómo había ido en casa. Llegué, y empecé a hablar sobre lo bien que lo habíamos pasado, sobre cómo nos lo habíamos montado, cómo estaba organizado el festival, etc, etc. Y no encontré la respuesta que esperaba. A mi madre no se le puede pedir más, estando además en uno de sus momentos de mayor flaqueza. Conforme iba hablando iba notando el desazón de no tener a mi padre como interlocutor, pues sé que hubiera escuchado nuestras anécdotas con una orgullosa sonrisa, nos habría preguntado por todos los detalles, y se hubiera alegrado increíblemente por ver a sus dos hijas tan contentas. Y no estaba allí. Y empecé a sentir de nuevo el vacío de saber que ya no voy a poder contarle nada más de lo que me ocurre. Siento como si nada de lo que fuera a hacer a partir de ahora tuviera importancia porque no se lo voy a poder contar a él. Mi padre era de esas personas que te hacen sentir bien, que te hacen sentir que vales para hacer cualquier cosa que te propongas, y siempre se sentía orgulloso de nosotras cuando veía que hacíamos algo bien, aunque fuera atarte los zapatos.
Yo nunca he creído que después de morir fuéramos a parar a ninguna parte, pero ahora lo pienso y sería tal el consuelo de saber que desde algún sitio, por remoto que fuera, nos está observando... No sé, tengo 23 años y sigo estudiando, no tuve la oportunidad de demostrarle que valgo para algo, que puedo hacer cosas por mí misma a nivel de trabajo y ser eficiente. Si incluso cuando trabajé en El Corte Inglés de cajera bajaba al supermercado y me miraba y se le hinchaba el pecho, porque su hija la pequeña estaba trabajando y parecía que lo hacía bien, aunque fuera en aquel puto sótano frente a aquella pantalla táctil.
No sé, no puedo saber qué relación tiene el resto del mundo con su familia, pero en mi casa siempre hubo tanto amor que casi dolía. Cada vez que nos veíamos, no importa el tiempo que hubiéramos pasado sin vernos, se nos iluminaba la cara y nos abrazábamos con tantas ganas... El hundirme bajo el brazo de mi padre y rodearle la cintura es algo que echaré de menos todos los días de mi vida, y aun hoy sin darme cuenta todavía de que ya no voy a poder volver a hacerlo, me duele.
El otro día encontré en una tarjeta que les escribió mi hermana a mis padres hace mucho tiempo una frase que me parece preciosa y certera a partes iguales: "Vuestro amor es el lugar del que yo vengo". Gracias a ese lugar soy lo que soy.
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