Jodido capricho
Contemplar el oleaje y creer saber qué pasará cuando me coma no me ayuda.
Pretender mojarme aunque sólo sea los pies no consigue vencer mi capacidad para retroceder a zancadas en cuanto los ya entumecidos dedos intuyen el acercamiento.
Querer pero no poder, poder pero no querer, es ahora lo mismo.
Esperar un frío tan denso que me hará casi imposible respirar en él debería atenuar la primera zambullida.
No lo hará.
Son tan altas las olas que quizás nunca estuve preparada para ellas.
Y es la arena del fondo la que con su dulzura tiene la culpa de todo.
Si no me hubiera acunado durante veintitrés años entre sus maravillosos y extraordinarios sentimientos...
Pero ya no puedo hundirme entre sus granos, y la aridez sobre la que reposo acabará por enturbiar mis pestañas.
Ya veré hasta cuándo, quizás para siempre.
Habré de aprender a mirar a través de tanto ruido.
Un ruido que me ensordecerá, poco a poco, en silencioso deleite por mi ceguera, como una obra mal acuñada a propósito. Como un jodido capricho.
Hasta que vuelva a abrir los ojos para que los demás los abran... para que yo los abra.
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