Enésimo concierto de Elefantes
Sólo ver la preciosa sonrisa de Shuarma junto con la expresión de sus ojos es una experiencia sobrecogedora. Es increible la cantidad de sensaciones que pueden llegar a despertar en la gente. Hay canciones que conmueven por muchos motivos, pero demasiadas pocas te hacen sentir capaz, valiente, te hacen incluso mejor persona, o al menos despiertan en ti el deseo de serlo. Sin darme cuenta es uno de los grupos más especiales, bonitos y adorados por mí que tengo en mi discografía. Otros sobresalen por otras cualidades. Elefantes son entrañables.
El concierto comenzó ya con buenas espectativas. Era el úlimo, había de ser maravilloso, y la sensibilidad y la garra que aportaron a todas sus canciones lo hicieron posible. El hecho de haber presenciado ya cinco de sus actuaciones no hicieron ni mucho menos que el cansancio despertara en mí, y como yo el resto de los asistentes. Gritamos a más no poder, aclamamos cada uno de sus comienzos, imploramos que volvieran al escenario para ofrecernos más de eso que tanto nos estaba emocionando, y que acabó emocionándolos también a ellos. No sé cuándo podré volver a disfrutar de un espectáculo así, y me da rabia que no pueda ser de nuevo a su cargo.
“Gracias por mover vuestras manos diferente”, un momento del concierto que me despojó de las fuerzas que hasta entonces había ido racionando, para sumirme en un sentimiento de agradecimiento. Es eso precisamente, el agradecimiento que creo que todos sentíamos por habernos ofrecido aquello que han aportado a todas sus composiciones: las ganas de vivir y de disfrutar de lo que nos rodea.
Optimistas, sutiles… especiales, adorables… Todo eso y mucho más son Elefantes.
Ya en la cama procurando dormir, no podía dejar de cantar con la voz de Shuarma resonando en mi cabeza Me Muero por Hacerlo Bien, la canción con que despidieron por tercera y última vez el concierto. Preciosa. Ahora entiendo cuán inmenso es el pequeño espacio de quien ama, de quien vive y muere por quien quiere aunque después no se espere nada y llegue su mirada y te deshaces otra vez. Creo que todos nos deshicimos. Ahora voy sintiendo que tan solo el tiempo puede transformar, voy pasando cuentas con la infinidad de errores que tal vez algún día de estos y sólo con los gestos que acompañan al hablar… Esa manera de golpear la pandereta contra su delicada mano… Me haga entender por qué no me entiendo, no sé muy bien lo que guardo dentro, si es bonito o feo, grande o muy pequeño El gesto de aproximación de sus dedos roto, entero, que me muero por hacerlo bien. Nubes tan espesas en lo alto de mi cabeza me acompañan, rayos limpios, claros, largos, densos que no veo aunque sé que está ahí. Y estar despiestado es un poquito raro pero humano ya lo sé. Humanos, antes que nada, humanos. Pero ya ves, yo no soy paciente, si tú ya lo ves que hay una serpiente que se enreda en mi alma y que me aprieta fuerte, muerde con los dientes, me muero por hacerlo bien. Todos poseímos en aquel momento esa serpiente que nos estrujaba. Quiero entender, porque no me entiendo, no sé muy bien lo que guardo dentro, si es bonito o feo, grande o muy pequeño, roto, entero, que me muero por hacerlo bien. Me muero por hacerlo bien…Ayer todos supimos que lo que guardan dentro es enorme y precioso, y que cada uno de nosotros nos quedamos inevitablemente con un pedazo, pequeñito, pero que nos ayuda de manera inconsciente a seguir adelante con una gran sonrisa en la cara.
Mil gracias siempre.