La vida más pequeña vale mil veces más que la nación más grande que se pueda inventar.
Sí, es una frase de La Oreja de Van Gogh, no me lo tengáis en cuenta, es que me gustó...
Mis pensamientos...
La vida más pequeña vale mil veces más que la nación más grande que se pueda inventar.
Mi padre siempre fue para mí un icono, una pancarta de señalización, un símbolo en el que apoyarme. Cuando tenía dudas sobre algo le preguntaba a mi padre, y a partir de entonces todo estaba claro. Si necesitaba saber algo él siempre tenía una respuesta. Cuando se necesitaba fuerza física o destreza, ahí estaba él para solventar cualquier problema. Si buscaba un abrazo ahí estaban sus brazos para darme consuelo y algún buen consejo para no desaprovechar.
La muerte es simple y absurda. Es sencilla. Nada cambia. Se va y nada cambia, sólo las personas que quedan rotas por dentro. Sólo eso. Pero el sol sigue saliendo cada mañana, no se queda escondido por respeto, y la gente sigue viviendo, no se rompen como tú. Es sencillo. Lo único que hay que hacer es seguir, porque todo continúa inalterable a tu alrededor. Es fácil, sólo hay que seguir. Creo que precisamente por todo esto es tan complicado. Sólo tú percibes la huella, sólo tú acaricias esos surcos con esa nostalgia tan necesaria como destructiva. Fuera todo sigue, y la gente no calla cuando pasas a su lado, no te mira intentando entender tu pesar, no lo entiende, no lo sabe, no lo siente. Y es dificil. Es muy dificil. Es muy dificil siquiera entender por qué tú sigues, todavía también inalterable.
Todos me dicen el negro, llorona, negro, pero cariñoso.