Mis pensamientos...

Wednesday, December 15, 2010

Acostumbrarse

¿Puedes acostumbrarte a ver a alguien cercano llorar sin sentir su sufrimiento como si fuera tuyo? ¿Deberías?

Monday, December 13, 2010

El nombre del viento

Quizás la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad para sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que "el tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.

Patrick Rothfuss

Para todo el que no lo haya leído, hacedlo, encontraréis un mundo maravilloso lleno de una magia nunca antes inventada fundamentada en el poder de la mente. Una vez sumergidos en él, no volveréis a ser los mismos...

Sunday, December 12, 2010

Jirones de pasado

Vaya, rebuscando en mi agenda del 2004 he encontrado cosas que escribí entonces que no he llegado a colgar (o eso creo, espero no repetirme). Ahí van:

Últimamente las lágrimas me escuecen más de lo corriente... Al fin y al cabo desahogan más que el pensamiento que te corre por dentro. Y ¿qué consigues arañando los recuerdos cuando el presente no llena el vacío que el paso de un todo ha dejado? Es quizás decepcionante, tener que aceptar que lo mejor de tu vida ha sido mentira, fruto de tu puede que desviada imaginación. Cuando tu realidad se torna monotonía y concluyes que no lo puedes cambiar (mentirosa) comienzas a caminar por el desdén de lo esperado. Y es ahí cuando eso, lo anhelado, se convierte en tu auténtica realidad. Y ya no te deja escapar, ya no te deja pensar en nada. Puntillosamente te acecha al levantarte, para que al irte a dormir la pereza no deje que algo verdadero llegue a tu mente. ¿Existe forma alguna de librarse? Quizás se llame felicidad.

Decía cosas que no entendía. Me parecía injusto no poder ayudarla. Le conté que todo aquello tarde o temprano iba a pasar, que no merecía la pena, y que no debía darle tantas vueltas a la cabeza. No atendía a razonamientos, sólo lloraba y lloraba, y parecía que la fuente de sus lágrimas iba a permanecer inalterablemente inagotable a lo largo de toda la noche. No fue así. Pero tardé en conseguir que parase de gimotear. Quizás no le había servido de mucho lo que le había dicho. Seguramente seguía pensando exactamente lo mismo que al inicio de la noche. Al menos había conseguido arrancarle una leve sonrisa. La había visto sufrir mucho, demasiado, pensaba. Yo nunca había sentido algo tan fuerte por nadie como lo que ella mostraba en aquel momento. Ni siquiera le había sido correspondido, y ya le estaba haciendo tanto daño que me asusté, y me juré a mí misma no cometer jamás aquel error. Enamorarme.
Aquella mañana salí de casa con un tono de color en mi cara distinto al de todos los días. Andaba por la calle como con un halo de superioridad. Me sentía como si todo el mundo de alrededor ignorase algo que solamente yo había sido capaz de atisbar. Miraba con desdén alas parejas. Y ese nuevo sentimiento, que intentaba abrirse paso dentro de mí, se instaló a medio camino entre las ventajas y los inconvenientes que podía acarrearme. Durante aquella etapa estuve con varios hombres, todos ellos mayores que yo, con experiencia y el suficiente sentido común como para no esperar nada que sobrepasase los ciento veinte minutos de relación. Salía por los bares pensando hallarme en una posición más elevada, en un punto de vista desde el cual se veía todo como era en realidad, y nadie más a mi alrededor se daba cuenta, aunque más de una vez me habían oído hablar de ello, pues solía alardear de tener las ideas claras.
Un día encontré de nuevo a mi amiga. Había dejado de ser una niña apesadumbrada para convertirse en una mujer madura, cuya mala experiencia le había ayudado a aprender algo más sobre la vida. Entonces comprendí que había estado haciendo el ridículo.

Y las tinieblas, y las hebras de luz, y los reflejos en el agua siempre en segundo plano, ¿por qué sólo miran la fortaleza?
Y las gotas de lluvia en la ventana, y el reflejo del azul en el cristal, y las arrugas de la frente siempre al fondo, ¿por qué sólo miran el televisor?
Y el sentimiento de ahogo, y la sensación de malestar, y las sombras en el alma, y el corazón pisoteado en el suelo siempre detrás, ¿por qué sólo miran la sonrisa?

Recuerdo tu mano bajo mi pantalón cuando tus labios ni siquiera me habían besado. Y tus piernas tiritando. Y mis momentos de locura a cargo de tus manos. Quédate una noche más, vuelve a acurrucarte conmigo bajo las sábanas como hiciste aquel día, hace algunas semanas. Y pienso en el sonido de tu aliento, en el calor de tus mejillas sonrojadas de consejos, y mis manos delirando, y tu lengua de paseo por todos mis secretos.