Cuento
No sé por qué este cuento me conmovió de sobremanera cuando lo leí hace ya bastantes años. Lo encontré hace unos días perdido por un cajón y me apetece colgarlo. Ahí va.
Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: "Vamos a jugar al escondite". La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?". "Es un juego", explicó la locura, "en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras, vosotros os escondéis, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de vosotros que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego".
El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por concencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué?, si al final siempre la hallaban. La soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella). La cobardía prefirió no arriesgarse...
"Uno, dos, tres", comenzó la locura.
La primera en esconderse fue la pereza, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Un lago cristalino, ideal para la belleza. La hendija de un árbol, perfecto para la timidez. El vuelo de la mariposa, lo mejor para la voluptuosidad. Una ráfaga de viento, magnífico para la libertad. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El egoismo en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio; ventilado, cómodo... pero sólo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y la pasión y el deseo, en el centro de los volcanes. El olvido... se me olvidó dónde se escondió...
Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse. Todo se encontraba ocupado... hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.
"Un millón", contó la locura. Y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó la fe discutiendo con Dios sobre zoología.
A la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. Es un descuido encontró a la envidia, y ¡claro!, pudo adivinar dónde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que buscarlo. Él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de abejas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la belleza.
Con la duda le resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca, sin decidir aún de qué lago esconderse.
Así fue encontrando a todos. El talento entre la hierba fresca, la angustia en una oscura cueva, la mentira detrás del arco iris (mentira, estaba en el fondo del océano) y hasta el olvido, que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite. Sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal, y pronto... se escuchó un doloroso grito. Las espinas habían herido los ojos del amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse; llorar, rogar, implorar, pedir perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra...
el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.
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